Asamblea de parados de Villaverde: «No hablan de nosotros. No somos el Juicio de la Infanta o la Gürtel»

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La Asamblea de Parados de Villaverde queda los lunes a las diez en la sala «Encaje de bolillos», del Centro Cívico Ágata, pero lo suyo no son las manualidades, sino el activismo. Así recupera la autoestima un grupo de desempleados en un distrito del sur de Madrid. Cuando los sindicatos no hablan en su nombre y los recursos públicos no conectan con lo que necesita un parado de más de 55 años, ¿qué queda? Esquivar la depresión y buscar trabajo. Con el tiempo, la búsqueda de empleo da paso a las gestiones para intentar conseguir una ayuda o un abono transporte gratuito. Cuando entraron en esa fase, Juan, Basilio, Alberto y Juan Ignacio empezaron a buscar una vía para explicar que lo suyo no era un fracaso personal. Al contrario, tenían que reivindicar su derecho al empleo. El 15M de Villaverde – un distrito de clase trabajadora del sur de Madrid – les inspiró y Juan Luis, un joven de otra quinta, queda con ellos para que su realidad no quede oculta. Una nueva forma de organizarse: asamblea de parados La «asamblea de parados» es una vía de escape: una manera de recuperar la autoestima y una forma de dar a conocer su realidad. Si se les pregunta si quieren lograr el éxito de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, son cautos y aclaran las diferencias. Creen que la PAH triunfó porque «la vivienda está ahí, se ve, se toca», mientras el empleo es otra cosa: «Lo de los desempleados es etéreo. Tú dices a los compañeros: «Mira, júntate con nosotros que vamos a ver si presionamos a los poderes económicos, políticos y sociales para que creen trabajo. Y la gente se pregunta: ‘¿Y cómo hacemos? ¿Y qué como mañana?'». Así lo explica Juan, el veterano del grupo, con 64 años. Todos conocen en mayor o menor medida la emergencia social. En Villaverde, dicen, «hay personas que se acuestan a las seis de la tarde, para no pasar frío». Alberto, que saca punta a cualquier comentario, bromea: «Yo aguanto hasta las nueve». También conocen la angustia y la depresión y, por eso, lo cuentan. Juan Ignacio reconoce que sabe «lo que es tomarse Orfidal y Lexatin por no poder dormir por la noche», porque los parados, y más a su edad, viven situaciones «desesperantes». «Somos los deshechos de la tienda» Basilio es muy crudo cuando habla: «Somos los deshechos de la tienda», aunque todos tienen oficio: trabajador en artes gráficas, cerrajero, electricista… En campaña electoral sintieron que se dirigían a ellos, pero el 11 de enero toda España habla del juicio a la Infanta Cristina de Borbón, de la presidencia de la Mesa del Congreso, de la guerra interna del PSOE, de los pactos electorales y del futuro incierto de Cataluña. Ahí está su decepción: ya nadie habla de ellos porque, según Alberto: «No somos ni el juicio de la Infanta, ni la Gürtel, ni su puta madre. Nos dejan simplemente en la puñetera miseria». Unos votaron con ilusión, otros por deber cívico y otro haciendo una excepción en toda una vida de abstencionismo, que solo quebró su NO a la OTAN. Es precisamente Basilio, el que se sintió ilusionado por otra forma de hacer política, el que advierte: “Me están tocando las narices. No digo que lo de Barcelona no sea importante. Hay que resolverlo, entiendo lo del referéndum, pero hay prioridades. Hay que ir a la reforma laboral. Si mis amigos en Cataluña están igual que yo, en el puto paro». No pusieron ninguna condición para escuchar su asamblea. Pero al terminar, sí piden una nota al pie de página aclaratoria. No quieren limosnas, quieren reivindicar su derecho al trabajo. Cadena Ser