¿Porqué es importante la Soberanía Alimentaria?

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La Soberanía Alimentaria es un movimiento social de carácter político que intenta devolver a las personas que producen alimentos con su trabajo diario y a las personas consumidoras, la CAPACIDAD DE DECIDIR qué alimentos queremos producir y consumir. Una división básica de la economía es aquella que divide a las empresas en función del sector en el que operan: Primario, Secundario y Terciario (o lo que es lo mismo: Producción, Fabricación y Gestión), y el equilibrio entre estos tres sectores es vital para una economía fuerte y próspera. Conseguir este equilibrio no es tarea fácil. La globalización de la economía teóricamente pretende buscar el equilibrio a nivel mundial, especializando a unos países en producir alimentos que luego exportan a otros países que se dedican a fabricar otros productos que también exportan, con el incremento de la huella ecológica que esto representa, además de una distribución desequilibrada de la economía a nivel local o nacional, al nivel en que las personas se desenvuelven. En los países desarrollados, entre ellos España, se fomenta una economía basada en el sector terciario de la economía (los servicios), minusvalorando los demás sectores. Este desprecio de los diferentes gobiernos por el sector primario que se ocupa de la producción de alimentos (agricultura, ganadería y pesca) es uno de los principales motivos de la despoblación del medio rural en nuestro país, ya que este sector constituye el medio de vida mayoritario para las gentes de los pueblos, e inicia el camino hacia la pérdida de la Soberanía Alimentaria. Incluso las políticas que se llevan a cabo con la intención de apoyar al sector primario, como la PAC (Política Agraria Común) de la Unión Europea, contribuyen a este proceso de despoblación ya que apuestan por menos cantidad de explotaciones pero de mayor volumen, de manera que una actividad de la que antes vivían 5 familias ahora vive solo una. Las actuales políticas agrarias están enfocadas a una mayor industrialización del sector con el objetivo de incrementar su rentabilidad manteniendo precios muy bajos. Esto solo se puede conseguir a través de la economía de escala, es decir, como tu margen de beneficio es muy bajo, tienes que producir muchas unidades de lo que sea para que te dé el suficiente beneficio para vivir, de aquí surge el crecimiento de algunos negocios que al producir muchas unidades a un precio más barato llevan a la desaparición de las explotaciones más pequeñas y menos industrializadas. Pero este fenómeno disfrazado de progreso, que debería constituir una mayor calidad de vida para los agricultores y ganaderos y reducir la dureza del trabajo en el campo, además de suponer la pérdida de su medio de vida para gran parte de ellos y la despoblación del medio rural, favorece la traslación de rentas del campesinado que consigue mantenerse a flote a las entidades financieras, distribuidores y otros agentes externos. Este obligado proceso de industrialización, auspiciado por las políticas agrarias, requiere maquinaria muy cara cuya compra financian las entidades financieras, y el aumento del volumen de producción conlleva un aumento de los intermediarios necesarios para vender esos productos. Cuando, por otro lado, el mercado exige mantener los precios bajos, esta bajada se repercute sobre el agricultor o ganadero, de forma que después de la inversión personal en industrializarse, a menudo acaban necesitando subvenciones para no quebrar; subvenciones que pagan los gobiernos con los impuestos que cobran a sus ciudadanos: los consumidores. La globalización ha permitido que los intereses de las personas con grandes capitales financieros determinen las políticas de producción, el acceso a la tierra y a las semillas, o las normativas de comercialización, imponiendo formas de producir alimentos orientadas a la generación de beneficios económicos para estos poseedores de capital, ignorando al medio ambiente, a las comunidades agrícolas y al resto de la sociedad, y transfiriendo el poder de las comunidades humanas a los mercados. Este proceso de industrialización que fomenta el aumento de la dimensión de cada explotación agraria, es uno más de los aspectos que inciden sobre el principal problema para la Soberanía Alimentaria: el acaparamiento de tierras. Otros aspectos que contribuyen a este proceso de concentración de tierras en, cada vez, menos propietarios son la falta de relevo generacional, la venta de tierras públicas a propietarios privados, el cambio en los usos de suelo agrícola o los fondos de inversión. La falta de personas jóvenes que asuman la explotación de las tierras de las personas que se jubilan provoca que sean los propietarios de las explotaciones vecinas los que acaban comprando estas parcelas, movidos por la necesidad de aumentar el tamaño de su finca para estar a la altura de las exigencias del mercado, produciéndose así el acaparamiento de tierras. Según se aplique la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local, puede ser la herramienta que permitirá el trasvase de tierras comunales a manos privadas acelerando el proceso de concentración de tierras. Este fenómeno perjudica la Soberanía Alimentaria, puesto que la lógica del interés privado es la obtención del máximo beneficio económico posible, sin considerar beneficios sociales como la cohesión y bienestar de las comunidades o el cuidado del medio ambiente como una necesidad. Otro de los problemas para la Soberanía Alimentaria surge también de las decisiones de nuestros gobiernos, y es la recalificación de uso del suelo. Esto ha provocado en las últimas décadas que una parte del suelo agrícola se haya convertido en suelo industrial o urbano (para edificar), y en la actualidad está creciendo el interés por el suelo agrario para actividades extractivas como minas a cielo abierto y fracking. El cambio de uso del suelo es un problema porque limita las posibilidades de crecimiento de la actividad agrícola y ganadera, claramente infrarepresentada en el conjunto de la economía nacional, y acrecienta la limitación natural que nos impone el planeta: los continentes tienen una extensión determinada y no todas las tierras sirven para el cultivo de alimentos. Eta premisa conocida por todos, unida al hecho de que alimentarse es una necesidad básica de la que nadie puede evadirse, convierte a las tierras de cultivo en una inversión segura que puede generar grandes beneficios para personas sin escrúpulos ni ética, si alcanzan un control total o mayoritario sobre ella. Esto ha propiciado que los Fondos de Inversión y las multinacionales alimentarias hayan convertido los alimentos en objetos de especulación, y tengan como principal objetivo el acaparamiento de tierras a nivel mundial con la intención de tener el control sobre el mercado alimentario. Para conseguirlo utilizan diferentes métodos de presión. En los países más pobres, su táctica para forzar la venta, por parte de los agricultores reacios a vender sus tierras, es introducir o cultivar en el país alimentos a un precio mucho más bajo que los precios mínimos que pueden ofrecer los agricultores locales. Obviamente, el consumidor (en la mayoría de los casos con un poder adquisitivo insuficiente para llevar una vida digna) compra el producto más barato avocando al agricultor local, incapaz de vender su cosecha, a aceptar la oferta de la multinacional de vender su tierra a bajo precio y la posibilidad, en el mejor de los casos, de trabajar para la multinacional cultivando sus propias tierras, ahora como trabajador. Esta maniobra le puede haber supuesto pérdidas a la multinacional durante el tiempo que los pequeños agricultores han resistido el ataque, vendiendo por debajo del precio de coste. Pero las pérdidas que supone vender bajo coste no constituyen un problema para alguien tan poderoso como una multinacional. En realidad es una inversión, porque una vez que ha vencido a los pequeños agricultores y tiene el control de la zona, también tiene el control de los precios y ahora puede subirlos todo lo que necesite para recuperar las pérdidas ocasionadas durante la fase de acaparamiento. Lo que parecía un beneficio o un regalo para el consumidor, ahora se convierte en precios caros y una calidad de vida más precaria que la que tenían al principio de la operación. Otra forma de eliminar a los agricultores locales, puede que de forma inconsciente, es a través de la ayuda humanitaria. A veces los gobiernos ven la posibilidad de solucionar dos problemas a la vez, y ante necesidades humanitarias en zonas afectadas por desastres naturales envían ayuda en forma de alimentos haciendo gala de su solidaridad. Alimentos que han sido comprados a los propios productores incidiendo positivamente en la economía del país que ayuda y generando más impuestos: ya que iba a hacer un gasto en ayuda humanitaria, obtiene un beneficio colateral en forma de impuestos y de crecimiento de la economía interna. Obviamente, si la población tiene a su alcance alimentos de forma gratuita, no los va a comprar, con lo que los agricultores locales de otras zonas del país que no han sido afectados por el desastre natural pero comerciaban con la zona del país afectada, no tienen donde vender su producción y quiebran o venden sus terrenos que ya no les permiten obtener beneficios. Por eso la Ayuda Humanitaria debería centrarse no solo en solucionar una necesidad puntual ante un desastre natural sino en mantener o incluso mejorar la situación económica del país comprando esa Ayuda Humanitaria a los productores locales en primer lugar, y solo en el caso de que no sea posible aportarla del exterior. Los mercados financieros de los productos alimentarios generan hambrunas de forma deliberada para obtener beneficios. Compran casi toda la producción de un determinado producto a precio de mercado (por ejemplo, trigo). Con casi toda la producción de trigo en su poder, deciden que no la ponen a la venta; por tanto, hay escasez y el precio del que queda disponible aumenta enormemente. En este momento deciden venderlo a este nuevo precio, y obtienen los beneficios que esperaban pero durante este tiempo que han tenido retenido el trigo, poblaciones enteras se han visto desabastecidas de este cereal. Cuando esto se hace con alimentos básicos en países pobres, donde la variedad de alimentos disponibles a precios asequibles para la población es muy reducida, se producen hambrunas. En los últimos años la Soberanía Alimentaria, a nivel mundial, tiene un nuevo enemigo. Las sucesivas crisis del petróleo y el conocimiento cierto de que lo estamos consumiendo a mayor velocidad de la que se genera, nos ha llevado a buscar nuevos combustibles. La ciencia y la investigación ha encontrado una respuesta en los Biocombustibles. El Bioetanol, que sustituye a la gasolina, se genera a partir de la fermentación de azúcares que se obtienen de la caña de azúcar, remolacha, trigo, cebada, maíz, patata o yuca, entre otros; y el Biodiesel, que sustituye al gasoil, se genera a partir de aceites que se obtienen de cultivos de soja, colza, girasol o palma, por ejemplo. Gran cantidad de tierras cultivables en todo el mundo se están dedicando al cultivo de estas plantas para fabricar biocombustibles, lo que agrava el problema del cultivo de alimentos y el abastecimiento de las poblaciones provocando un aumento de precios desproporcionado en alimentos de primera necesidad. Los científicos están trabajando en el desarrollo de biocombustibles a partir de cultivos no alimentarios que puedan crecer en tierras pobres en nutrientes o contaminadas y con pocos recursos hídricos, no aptas para el cultivo de alimentos; así como la utilización de residuos de cultivos para consumo humano. Pero estos proyectos presentan diversos inconvenientes e incógnitas haciendo que no sean una realidad a día de hoy. Según aumenta la utilización de terrenos cultivables para la producción de biocombustibles, aumenta el precio de las tierras para cultivos alimentarios (porque hay menos) perjudicando el acceso a la tierra por parte de los campesinos y favoreciendo la concentración de las mismas en quién tiene el suficiente dinero para poderlas comprar. Todos los factores descritos, que parecen fenómenos inconexos, tienen la característica común de servir para dificultar el acceso a la propiedad de la tierra por parte de quien la trabaja y ponerla en manos de quien se beneficia de ella sin hacer nada. Por todos estos motivos es necesario que los consumidores, cada uno de nosotros, contribuyamos a la supervivencia de los agricultores locales para evitar el acaparamiento de tierras, reduciendo el poder de las multinacionales, evitando la especulación en bolsa con los alimentos, y decidiendo colectivamente de que y como queremos alimentarnos, y cómo queremos que sea nuestra economía.